ARGENTINOS FUTBOL Y TOQUE

viernes, julio 02, 2004

ARGENTINOS 2 - TALLERES 1




Un Polo industrial



Con el sello de fábrica de su estilo histórico, el Bicho buscó siempre y, con dos goles de Quinteros, viaja a Córdoba con una ventaja que pudo ser más amplia.

Made in La Paternal. Aún después de la decepción que causó resignar dos chances de ascenso, del divorcio con la gente. Incluso en una Promo con la ventaja deportiva en contra, ante un rival, por posición en la tabla, de perfil más copero que de angustia por la permanencia. El ADN obliga a no cambiar banderas. Por eso, Argentinos no renuncia al estilo, va al frente con la bola al césped, el hábitat donde se siente más cómoda. Lo marca el sello de fábrica, lo exige la historia. Y es esa fidelidad a las raíces, a las convicciones íntimas la que le permite ir a Córdoba con el tilo incorporado, con esperanzas genuinas. Y fue el Polo Quinteros (sí, el mismo que fue muy resistido en su paso por la T), emblema de esos estandartes, el que tradujo la historia en triunfo con dos apariciones, y hasta pudo ampliar la ventaja con ese tiro en el travesaño, ante un Talleres que hizo todo lo contrario: se olvidó de ese protagonismo que lo llevó a puntear el Clausura varias fechas, a conseguir victorias de marquesina, como ante el campeón River en la anteúltima fecha. Y mutó en una versión timorata, tibia, indigna de imágenes de ayer nomás.

Esa triangulación constante, la intención permanente de ir y jugar descolocó a los hombres de Jota Jota. Es que el visitante salió a recostarse en el mullido 0-0, esperando que el oficio hiciera el resto. Pero se encontró con un Oberman inquieto, de una velocidad distinta a la de los pesados defensores cordobeses. Y a un Polo activo, a un Garipe corto y profundo, a Leone y Arce que se sumaban permanentemente, a un Biglia de frac arremangado. De esa forma, insinuó y tuvo un par, metió atrás a la T. Que recién se animó a los 27, cuando forzó su primer córner. Y, en la jugada posterior, mojó Osorio. Una llegada, un gol. Efectividad de élite.

Sin embargo, el chip del Bicho no se alteró. La pelota siguió rodando, las pulsaciones no variaron, y el arco de enfrente continuó en la mira. Así generó la chance que perdonó el capitán, la expulsión de Erpen, un cocazo de De Muner que se fue alto, y el gol. El perfume general: si el local se hubiera ido al descanso arriba, no hubiera estado nada mal.

López no ocultó intenciones en el inicio del segundo. Metió a Cappelletti por Osorio, cerró filas, y apeló a la táctica del aguante. Si, por una de esas casualidades, Talleres conseguía la pelota, ahí va, Píriz y De Bruno, los únicos con licencia para pasar la mitad de campo, a sostenerla y corretear al cronómetro. Claro, tanto piquete complicó el armado del Bicho, al que le costó mucho llegar. El Checho apostó por Mariño pero sacó a Garipe, importante hasta el momento en la primera puntada. Y, con el paso de los minutos, Chicho se fue sacando del lomo los años de experiencia y los volcó a la cancha. La T ganó terreno, y la misión de bancar la chapa pintaba encaminada.

Pero la estirpe del Bicho pesó más. Y, en el instante menos propenso, fue. Y llegó por el camino de menor tránsito: la pelota quieta. Vale igual, bronce e ilusión para quien asumió el compromiso, para el que no traicionó los principios, una forma de ser. La fábrica labura con un molde, marca una línea de producción. El Polo industrial quiere volver a ser top.

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