ARGENTINOS FUTBOL Y TOQUE

lunes, agosto 23, 2004

Algo más que dos zapatazos

El Ortizazo hizo oscilar como un péndulo al local en sus vivencias futboleras: frío-calentito-helado. Con semejante zapatazo, terminó de redondear la imagen de una Gloria gloriosa y un Bicho feo.Esa temperatura ambiente, además de bronca e incredulidad, significaba realismo. Porque el equipo de Córdoba fue un cachito más inteligente en lo táctico y sensible en lo técnico. Pero además, fue impactante porque ganó con dos golazos desde afuera del área. Combado, el de Raymonda; de otra galaxia el del lateral, porque le dio con alma y vida, pero también porque apareció solo, ahí, de 8, como si fuera un extraterrestre que espantó a todo quien anduvo por esa zona.

Saber a qué jugar. Esos golazos sellaron así el resultado ante un Argentinos que no supo qué fútbol debía jugar. Tan luego quien toda la vida adscribió a una línea más imaginativa y de mayor delicadeza en el trato de la pelota, no tan guerrero ni atropellado. Como si se hubiera contagiado de cierta impronta del Ascenso.En cambio Instituto se paró en zona, peleó la media cancha y quiso aprovechar huecos que dejaba el fondo del rival. Sí podía, Raymonda trepaba por detrás de Mignini, y había búsquedas de Quintana por las puntas, con Vilallonga como pivote de área.En dos zonas había desequilibrios: la de Raymonda-Mignini, en favor de cualquiera de los dos; y en el sector de De Muner, hacia el lateral derecho, en donde se filtraba Quintanita ?barría Gamboa? y, en el segundo tiempo, insinuaba bastante Adrián Peralta.

El Gato y el Zorro. El termómetro, en el primer tiempo, fue hasta donde llegaba la pujanza del Gato Mignini, volante izquierdo que se ofrecía como alternativa como wing izquierdo, cuando desbordaba la atención que le brindaba Raymonda. Por su especulación para explotar la espalda de Mignini, el volante por la derecha del visitante parecía un zorro. Eso: eran el Gato y el Zorro.En realidad, tallaron alternativamente los dos: Raymonda metió el primero. Mignini guapeó en el área, para ganar la posición, en la jugada que terminó en el gol de Arce, que le dio un poco vida al local. Porque Argentinos pareció que podía llegar más y mejor, pero obviamente si los dos puntas hubieran contado con asistencia creativa. De eso, poco. Amenazó cuando Píriz u Oberman arrancaron desde tres cuartos de cancha, para escaparle a los ásperos pero ubicuos centrales de Instituto. Bien Mignini, precisamente para inducir la cortada, pero Biglia aparecía siempre trabado, sin claridad conceptual para jugar. Es que más allá del voluntarismo del Gatito, no había otra cosa en lo que generaba el local.

La brújula. Quedó una etapa muy tarjeteada, un poco porque el árbitro quiso demostrar de esa manera su autoridad -un par de amarillas no eran para tanto- y otro por el tumulto y pases a dividir que se había dado. Se debe haber hablado el tema en los vestuarios porque bajó bruscamente el número de tarjetas, aunque cayó como un chorlito Biglia. Hasta entonces, Instituto arriesgaba menos y Argentinos había comprendido tardíamente el fútbol que debía jugar: por abajo, sin explotación de los puntas con pelotazos. Le iba mejor. Incluso después metió a Kmet por Marini, que es todo un gesto en ese sentido. Se orientó mejor, encontró la brújula, pero la perdió después al quedarse con diez.Y un tal Ortiz salió del anonimato de una manera inolvidable.


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