Argentinos gritó con un Pisculichi inspirado
Con un gol de Gustavo Oberman, Argentinos ganó por primera vez en su nuevo estadio desde que regresó a la A. Fue expulsado Michelini.

Entre los mitos y leyendas del barrio de La Paternal, el tiempo guardará un resquicio para este 16 de octubre de 2004. No será apenas un detalle el triunfo frente a San Lorenzo. No podría serlo: es la primera victoria de Argentinos en su estadio desde que éste se llama como corresponde, Diego Armando Maradona. Y fue, además, el primer triunfo como local del equipo desde que regresó a primera. Pero la condición de mito y leyenda la impulsará ese suspiro de inspiración maradoneana que derivó en el único gol: Pisculichi apareció por la derecha, amagó, gambeteó, le hizo un sombrero a Walter García y tiró un centro impecable al que sólo le faltaba alguien que lo empujara. A lo Diego. Falló ?como toda la tarde? Víctor Piriz Alvez, pero acertó Gustavo Oberman en el segundo palo y hubo festejo.Antes y después de esa jugada ocurrida a los 30 minutos hubo dos partidos. En el primero, San Lorenzo pretendió usar su contraataque ofensivo y falló en el intento ante un Argentinos prolijo y sin apuro. En el segundo, ese mismo San Lorenzo tuvo que cambiar su libreto, salir a buscar y chocó contra su verdad: le faltan ideas para desequilibrar. El técnico Héctor Veira probó variantes tácticas (pasó del 4-3-1-2 al 3-3-2-2, ya en el segundo tiempo) y nominales (utilizó cuatro delanteros, Ezequiel Lavezzi, Germán Herrera, Damián Luna y Juan Olivera) pero en ningún caso complicó lo suficiente. Un detalle sintomático fue que sus dos mejores llegadas del complemento las protagonizó Pablo Zabaleta, quien actuó como lateral y como volante derecho.Así, San Lorenzo se despidió de la pelea por el título. El equipo de Héctor Veira se quedó sin nada a mitad de camino del Apertura. Pero no sólo por cuestiones numéricas ni por la lejanía de la punta; también por su juego. Lo de ayer fue una muestra de carencias y la certeza de su irregularidad. Y así no se puede pelear el campeonato.Argentinos, en cambio, tuvo una virtud que, en partidos parejos, suele desnivelar: el convencimiento en su plan de juego. Y en eso resultaron fundamentales dos líderes: uno en la defensa (Carlos Galván) y otro en el mediocampo (Claudio Marini). El primero fue sólido, sencillo, ganó siempre de arriba, no se complicó por abajo. El segundo fue el patrón de la mitad de la cancha por quite, distribución, voz de mando. En el flojo rendimiento de Leandro Romagnoli y los delanteros de San Lorenzo ellos tuvieron mucho que ver.
Pero faltaba alguien más para desequilibrar. Faltaba alguien inspirado que fuera capaz de deshacer la monotonía de un partido despojado de brillos. Y Argentinos lo tuvo. Pisculichi, a pesar de las patadas reiteradas al amparo de la permisividad del árbitro Carlos Maglio, se animó a más: la pidió siempre, fue preciso en la zona caliente, se animó a gambetear y a regalar algún firulete como en aquellos días felices que lo llevaron al seleccionado juvenil. Y participó en todas las mejores llegadas de su equipo: dejó solo a Piriz Alvez contra el arquero José Ramírez con un pase notable entre varias piernas sin respuesta, pegó un tiro en el palo que merecía ser el desahogo final de Argentinos. Pero sobre todo fue el muchachito de la película, el inspirador de esa jugada que terminará formando parte de esa jornada que se ganó su resquicio entre tantos mitos y leyendas barriales. Ahora, en el nombre de Diego Armando Maradona.
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