En la Paternal, el Tomba fue el más Bicho
Los sueños están intactos. Las fuerzas interiores de un grupo de jugadores vienen surgiendo y provocan asombro.
Godoy Cruz puede enfrentar a uno de los coleros o al puntero, y pasarles el trapo por igual. La receta es la misma: orden estricto, solidaridad extrema y efectividad absoluta.
Esta vez le tocó al Bicho, quesucumbió. Por el santuario renovado que vio nacer al Diego, aparecieron los sombreros de Miranda y los caños de Torres. Pero esto es B Nacional y acá se gana con actitud. Aparecer cuando señala la hora. Golpear en el momento justo para mandar al demonio las ganas del rival.
Sufría el corazón menduco porque nadie la tenía. Torres no hacía pie para guardarla y la dupla de arriba encontraba escollos colorados entre sí para comunicarse. Fue el tiempo del aguante, pero prioritariamente de mellar las fuerzas ajenas.
Argentinos fue y fue, enceguecido. Nacía claro desde la mitad con Biglia pero se embarullaba cuando se topaba con la firmeza de Nicotra, Barsottini y Duarte. Del Flaco Pozo se hablaba poco porque estaba para descolgar centros, nada más.
Llegó el complemento y el instante de la cacería. Las piernas de los del Checho decían basta bajo una tarde sofocante. Se abrió el juego y el Tomba desplegó sus armas. Desde los cimientos de un equipo aparentemente dominado, apareció Torres para buscarla y ponerle el ritmo justo. Miranda y Martínez se acercaban entre sí hasta darsela redondita y con pimienta para inquietar a Velázquez, que todavía no entraba en escena. Cuando el paraguayo apareció fue determinante. Un centro al área local, rebotes y más rebotes, y cuando Velazquez cortó sin retener una masita, apareció el puntazo de Duarte para esconderla en el techo del arco, en el cielo de La Paternal.
Un montículo azul y blanco festejaba en pirámide. El resto de las dos mil quinientas personas, se querían morir. Pero faltaba lo mejor. Ver a un equipo replegarse como boxeador acorralado y salir una y otra vez de entre las sogas. Allí reaparecieron los caños de Torres y las corridas de Miranda para detener el balón contra las líneas y bajo la suela. Pases cortos, equipo grande. Godoy Cruz ni se despeinaba ante tantos centros groseros de un equipo que siempre priorizó el ras del piso. Duarte, Nicotra, Barsottini y todos dando una mano para alejar un malón que engañaba. Parecía que se venía el empate pero fue una ilusión óptica, nada más. Es cierto, le cabecearon cerquita a Pozo y la tiraron afuera. Picó un par de veces en el área y nadie podía empujarla, pero nada más.
El tomba hacía correr el reloj y la pelota. Quizá, para ser perfecto, le faltó haber embocado algún otro mazazo, pero también las piernas jugaban en contra.
No hizo falta. Rietti dio más alargue que nunca, y tampoco sería útil.
Fuente: Diario Los Andes
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